Tardes de verano y buenos recuerdos

Si hay algo que disfruto con mis hijas, son las tardes llenas de colores, juegos, paletas deliciosas y momentos lindos. Nos encanta estar afuera, jugar con los vecinos, pintar con tizas en la calle y montar en bicicleta. Soy una mamá que disfruta enormemente verlas tener una niñez tranquila y llena de juego.

Soy de esas mamás que prefiere verlas llenas de mugre y sonrisas,  envés de tareas y competencias. Hago de las tardes una de nuestras prioridades con momentos de juego e imaginación libre. En nuestra casa corremos, montamos en bicicleta, nos trepamos a los árboles y las dejamos ser niñas.

Me encanta que puedan ver el mundo sin tanta locura, sin tanta perfección y con muchos colores, pues soy consiente que ser chiquito dura poco y hay que cuidar esa inocencia y hermosura de la infancia. Por eso las tardes en nuestra casa son para disfrutar y hacer de las tardes el mejor de sus recuerdos.

A la hora de escoger un snack para ellas, en el calor de Miami, no hay nada mas delicioso que unas paletas de Outshine  No solo son deliciosas, sino que están hechas con frutas de verdad y sin ingredientes artificiales. Y la verdad es que no solo se las comen ellas, mi esposo y yo también las disfrutamos sin remordimientos, pues solo tienen 70 calorías! Mejor dicho, en esta familia, las tardes de verano se resumen en juegos, paletas y muchos amigos.

 

This post is sponsored by Outshine® but the content and opinions expressed here are my own.

Ser mamá en un universo de “perfección”

Ser mamá es una de las realidades más imperfectas que conozco. Una cosa es la percepción de las mujeres antes de tener hijos y otra cosa es la realidad cuando te conviertes en mamá. Yo me considero una de esas mamás que disfruta de la realidad, se ríe y llora de las locuras propias de la maternidad. Mis días son un corre-corre constante y me cuestiono muchas veces si lo estoy haciendo bien. Con tantas responsabilidades y expectativas de la maternidad, la gran mayoría de las mamás sufrimos de un sentimiento constante de culpa. Muchas veces me siento “mala madre”, aunque mis hijas me elogien constantemente con la frase “you are the best mom ever” (eres la mejor mamá siempre). Y es que ese perfeccionismo maternal no me deja en paz nunca.

Me comparo constantemente con esas mamás que aparentan tener todo bajo control. Muero de ganas de verme como las mamás de la Televisión o las de las revistas cuando dejan los niños en el colegio, pero básicamente vivo en plan de sobrevivencia y de maquillarme en los semáforos cuando puedo. Esto mientras cantamos, repasamos las palabras de la semana o los logros de cada una.

Me gustaría gritar menos, jugar más y hacer loncheras 100% saludables. Esto sin mencionar lo mucho que quiero que las reglas se cumplan sin tener que pelear y poder ser mucho más relajada. Y puedo asegurar que no soy la única mamá que se siente vigilada y juzgada por no ser perfecta y no tener una vida impecable, honestamente no creo que existan este tipo de mamás pero la realidad que vemos en Social Media es otra.

Soy una mamá absolutamente dedicada a mis hijas. Vivo, respiro y me ingenio todo tipo de maromas para lograr hacerlo todo, pero es inevitable equivocarme. Cuando grito, qué por supuesto lo hago, me siento horrible y no hay nada que me gustaría más que poder devolver el tiempo y reaccionar mejor. Para lograr lo que necesito muchas veces les ofrezco dulces a mis hijas, no me siento mal con esto, y realmente me funciona. El iPad es una herramienta que me ayuda en momentos donde no me dan ni las manos, ni la cabeza. Y para terminar de medio describir mi maternidad “perfecta”, muchas veces compro comida rápida para evitarme la cocinada y poder sentarme a jugar con ellas.

Después de confesar mis locuras e imperfecciones, puedo asegurarles que todo lo que hago es con y para mis hijas. Y como una gallina sin cabeza, organizo calendarios y mi trabajo para no perderme nada de ellas. Mi motivación es el amor inmenso que siento por ellas y mi objetivo es pasar más tiempo de calidad y no de cantidad.

Siendo realistas, nunca sabremos el resultado de nuestra maternidad hasta que los niños crezcan, así que mientras tanto hago lo mejor que puedo. Las invito a que nos juzguemos menos y nos apoyemos más. #mamásfelicesniñosfelices

¿Calidad o cantidad?

Las amigas que me regalaron mis hijas

Al convertirme en mamá estaba llena de expectativas y me imaginaba muchas cosas. Me imaginaba momentos lindos con mi bebé, primeras veces, ternura y uno que otro obstáculo que sabía que la maternidad traería consigo. Soñaba con ver a esa personita crecer y llenar mis días de alegrías, amor y locuras. Pero lo que nunca me imagine es que mis hijas además de hacerme mamá me regalarían nuevas y grandes amigas.

Y ustedes pensarán, pues sí, es muy fácil hacer amigos, pero estas amigas son diferentes, pues se han convertido en mis compañeras de vida sin darme cuenta.
Las he conocido en clases de yoga prenatal, estimulación, guarderías, colegios y hasta en los famosos “Play dates.” Y hoy en día, algunas son gran parte de lo que me gusta llamar, mi equipo de soporte de vida.

Esas amigas son quiénes sin tapujos me ayudan en mis inseguridades y miedos en este viaje de la maternidad, dilemas del matrimonio o sencillamente crisis existenciales. Son quienes entienden mis frustraciones con las tareas, las pataletas, las crisis de alimentación o los trofeos en las actividades extracurriculares. Juntas hemos compartido desde las incomodidades y delicias de las barrigas de embarazadas, hasta las piñatas y celebraciones del colegio de nuestros hijos.

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Esas mamás de las amigas de mis hijas, son quienes se han convertido en mis grandes amigas. Muchas me han ayudado en momentos de enfermedad, me han recogido las niñas en el colegio cuando no he alcanzado a llegar a tiempo, me han cuidado la bebé mil veces para yo tener un minuto para entrar al baño y se han convertido en las mejores compañeras de los happy hours.

Muchas de esas amigas son como mi familia prestada. Con ellas planeo desde las actividades extracurriculares hasta los regalos de Navidad para los niños. Son con quienes muchas veces comienzo mi día dejando los niños en el colegio y lo cierro a carcajadas en las ocurrencias y desahogos de los chats de WhatsApp.
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Nos criticamos, nos echamos flores, y finalmente nos sentimos identificadas, pues nuestro común denominador es el amor inmenso que nos generan los hijos. Y ese amor es el motor que mueve nuestro mundo. De ellas he aprendido millones de cosas y me he sentido tranquila al estar en un grupo de edades y nacionalidades totalmente diferentes. Varias de esas amigas queridas son hasta 15 años mayores que yo, sin embargo, son mis compañeras y confidentes. Sus hijos son como mis sobrinos y mis hijas son gran parte de su corazón.

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Con esas amigas he visto nacer bebés, he celebrado matrimonios, bautizos y cumpleaños; hemos superado enfermedades, divorcios y hasta, lamentablemente, enterrado maridos. Son mis compañeras de vida, la cual nos ha demostrado que los hijos nos unieron para formar amistades reales.

Quiero dedicarle este post, en el marco de la celebración del amor y la Amistad en Colombia, a todas esas mujeres que hoy llamo amigas, una amiga de verdad no es fácil de conseguir, pero gracias a mis hijas, las encontré a ustedes. Y muchas veces mis días duros son más fáciles cuando compartimos un mojito o una copa de vino sin decir muchas palabras.

Quiero decirles que amo que estén en mi vida y que gran parte de mi sanidad mental se las debo a ustedes. Amigas de años, amigas de siempre y amigas por y para los hijos. Gracias por ser mis bad moms y dejarme disfrutar de una vida imperfectamente deliciosas con el caos de la maternidad.

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Como dice una frase hermosa que me encontré por ahí, les quedo debiendo el autor, “son los amigos que conocemos en el camino quienes nos hacen apreciar realmente el viaje”. Ustedes, amigas que me regalaron mis hijas, son esas personas que llenan de luz mi camino.

Feliz día del amor por los hijos y las verdaderas amistades que trajeron consigo. ¡Las quiero!

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Tener 3 hijas

Una pregunta bastante común en estos días es ¿qué se siente ser mamá de 3? Y con el corazón en la mano y muchas ganas de compartir esta aventura, les contaré lo maravilloso y lo complicado que es.

Yo soy hija única, crecí sin hermanos y sin primitos, por lo que siempre soñé con tener una familia grande. Después de tener a mi primera hija, estaba segura que quería tener otro bebé y sin dudas ni miedos, buscamos a mi pequeña Sabrina.

La vida con 2 hijas fue maravillosa pues las niñas se aman, se acompañan y aunque tienen las peleas normales entre hermanas, son inseparables. Verlas crecer y compartir se convirtió en lo más lindo de nuestras vidas, aunque en mi siempre existía esa espinita de “que rico otro bebé…”. Pero la vida, el trabajo y el vivir en un país lejos de nuestras familias me hacía poner los pies en la tierra y cerrar el tema cada que trataba de abrirlo. Para mi sorpresa, la vida tenía otros planes, pues esa espinita se convirtió en una enorme e inesperada sorpresa cuando nos enteramos del embarazo número 3.

Digamos que fueron 9 meses de sentimientos encontrados sobre la llegada de un nuevo bebé. Yo pensaba en cómo me multiplicaría a la hora de dormirlas, cómo organizaría mis horarios de amamantar un bebé mientras llevaba a las niñas al colegio, el trabajo, el colegio, la comida… Mientras mi marido pensaba en las futuras peleas por la ventana del carro, en que ya no podríamos viajar a 1 solo cuarto de hotel, que no cabríamos en una sola fila del avión y demás locuras cotidianas, que a mi realmente no se me pasaban por la cabeza.

El día que nació Micaela y la tuvimos en los brazos se abrió una luz de claridad y felicidad en nuestras vidas. Honestamente sentí que me mandaron un regalo del cielo, todas las dudas se comenzaron a disipar y los miedos pasaron a ser parte del pasado.

¡No es para nada fácil tener 3 hijas! Ha sido un año de locura y adaptación. No es fácil dividirse y tratar de darle tiempo por separado a cada una de mis hijas. Créanme que hay una hora del día en que todas quieren a la mamá al mismo tiempo y para cosas totalmente diferentes. Ha sido un gran reto lograr darles el tiempo individual a cada una sin perder la cordura.

Durante este año he aprendido a respirar más profundo que antes, a dejar la ropa sucia más tiempo, a lavar los platos cuando se pueda y a mantener mi casa como el lugar donde disfrutamos y vivimos en familia, no como una sala de exhibición para publicarla en una revista. La vida con 3 hijas me ha enseñado que hay que tener rutinas establecidas, pero siempre con un espacio para ser libres. Y finalmente todos los retos que hemos tenido, los hemos superado y con la mayor recompensa, ver a mis hijas felices.

A punto de celebrar el primer cumpleaños de mi bebé, creo que hemos superado las noches en vela, las alimentadas cada 3 horas y los celos de las hermanitas. Ya tengo una cara más relajada, mis ojeras están empezando a aclararse y estoy recuperando mi energía. Estoy también llegando al final de la lactancia, y aunque considero que ya es justo y necesario para ambas, es cerrar un ciclo de lo que considero ha sido una de las cosas más hermosas que he hecho en mi vida. Ahora sí, se me acabaron los bebés y con esta realidad, el corazón se me pone chiquito.

Ahora empezaremos una nueva etapa en esta familia de 5, y poco a poco disfrutaremos de más locuras, obstáculos y momentos lindos. Al final de cuentas esa vida loca con 3 hijas y un marido hermoso no puede ser más que emocionante y llena de cosas lindas. Fácil no creo que sea, pero acá estaré aprendiendo y compartiendo con ustedes lo que es ser mama de 3 niñas.

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